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Marco teórico: Propuesta de alfabetización

Modelo alfabetizador integrador


En el marco de la educación como derecho, la alfabetización es un contenido que debe atender la agenda política educativa y en consonancia con ello, es la escuela la que debe garantizar el derecho a la alfabetización y la participación ciudadana y política de los alumnos.
Por consiguiente, la alfabetización tendría dos objetos principales y fundamentales: la Ley y el Texto... Enseñar a leer la Ley equivale, pues, a enseñar los derechos y las obligaciones que tenemos. Es decir que, en ese sentido, la escuela forma ciudadanía. Pero además, la escuela enseña a leer (y a escribir) textos literarios como los relatos y poemas, o no literarios como los discursos, cartas o declaraciones, como lo afirma Daniel Link.
Este segundo aspecto, será tomado como desarrollo de la propuesta de alfabetización y en esta línea, consideraremos que,  "Aprender los juegos del lenguaje y las reglas que involucran es poder acceder a diferentes lugares de enunciación y no estar condenado a ocupar uno para siempre...", para ello, consideramos que los textos literarios son los más sofisticados de una lengua, son sus “monumentos”. Pero ese carácter monumental no debe impedirnos ningún juego ni ninguna manipulación porque los textos son, ellos mismos, juegos de lenguaje y “seguirle el juego” a los textos nos permitirá descubrir las reglas de cada juego… (Daniel Link, 2016)
Cabe aclarar, que entrar en ese juego (de la lectura y la escritura) no depende del contexto familiar de los alumnos sino del posicionamiento que la escuela adopta en relación a las posibilidades de aprender de los estudiantes, en especial, las vinculadas a los sociolectos adoptados. Ello es importante, ya que una mala interpretación de una variación dialectal en el habla de un alumno, puede llevar a una evaluación equivocada de sus capacidades cognitivas y a una práctica de enseñanza que, en lugar de facilitar su acceso al conocimiento, le restrinja el camino y lo lleve al fracaso escolar (García y Szretter Noste, 2010). Partir de una visión crítica sobre este aspecto es fundamental para el desarrollo de propuestas pedagógicas adecuadas, hacer consiente las representaciones sobre las lenguas y el valor que este adquiere en lo social, para no caer en descalificaciones de la lengua materna de los estudiantes. Acerca del prestigio, Nancy Dorian (1998) señaló que las lenguas tienen el status que tienen sus hablantes. Si las personas que hablan una lengua tienen poder y prestigio, la lengua que hablan también va a tener ese prestigio. Si las personas que hablan una lengua particular tienen poco poder y prestigio, es poco probable que se tenga un buen concepto de ella. (Verónica Nercesian, 2016)
Lo anteriormente expresado es una aproximación al reconocimiento de los dialectos que manejan los estudiantes en su comunidad de procedencia y evitar realizar interpretaciones que perpetúen a los alumnos dentro del campo de la “teoría del déficit”. En consonancia con este argumento, consideramos que la lengua escrita es un sistema semióticamente autónomo, complementario y paralelo a la lengua oral (Graciela Alisedo, 2016), por tanto, el estudiante debe aprender una segunda lengua, la lengua escrita; y dicho aprendizaje requiere de enseñanza específica, sistemática y planificada.
En esta dirección, y bajo los conceptos planteados, la propuesta apuntará al trabajo con textos fantásticos (ver propuesta "las brujas"), especialmente los que transportan a los alumnos al mundo donde lo imposible que se traduce en posibilidad y las contradicciones embellecen el relato. Cabe aclarar, que dicha propuesta no se agota en visiones reduccionistas que pretenden exponer a los alumnos a los textos suponiendo que la mera exposición generara el aprendizaje de la lectura y la escritura, por el contrario, se propone un marco donde participan un adulto que enseña, estudiantes que aprenden y un contexto alfabetizador en el marco de un modelo alfabetizador cultural, sistémico, equilibrado y fundamentado científicamente.
Dicho modelo, “es cultural porque concibe la alfabetización como tránsito del alfabetizando a la cultura escrita a través del progresivo dominio del conjunto de productos, saberes y habitus que la caracterizan” (Sara Melgar, 2016), en esta línea, se concibe que la lengua oral primaria deriva de la capacidad biológica del lenguaje, es auditiva y se adquiere en el entorno primario desde el nacimiento, por tanto, “Los niños, mucho antes de aprender a leer, pueden hablar y comprender una lengua oral perfectamente. Esto significa que el cerebro ya está organizado y que hay una serie de áreas que comandan el lenguaje. La adquisición lingüística (de la lengua oral) es una actividad implícita, inconsciente, en el sentido de que no es voluntaria, sino que sencillamente sucede. El niño no necesita que se le enseñe a hablar. Es una actividad que no requiere aprendizaje”, en cambio, la escritura es una invención cultural reciente para la historia de la humanidad y por lo tanto el cerebro no está dotado desde el nacimiento con una zona dedicada a la lengua escrita. Aprender a leer es una tarea que lleva tiempo y que debe ser enseñada.
El modelo es sistémico, porque garantiza la pertenencia a la cultura escrita por el conocimiento sistemático de la lengua escrita que es su base y es equilibrado porque, dadas las dos características anteriores, articula y sostiene de manera pareja y simultánea –en constante equilibrio- la enseñanza de la cultura escrita, el sistema alfabético, la norma y el uso de la comunicación escrita.
Para ello, dicho modelo propone el desarrollo de las competencias lectora, escritora y alfabética, para lo cual, se presenta el abordaje de los textos literarios a través de tres bloques metodológicos sucesivos, a saber, el bloque global, analítico y sintético. En este orden, los alumnos abordan los textos literarios en un primer bloque global que focaliza la oralidad y la conversación en torno de los textos y la lengua escrita, un segundo bloque analítico que focaliza los procesos de segmentación de las unidades de lectura y escritura, y un tercer bloque sintético que focaliza la producción escrita.
Desde este ángulo, se habilita el espacio de conversación para dar inicio al proceso de alfabetización porque “el conocimiento previo y la experiencia de partida del alumno es su lengua oral primaria (con todas las marcas dialectales, sociolectales y cronolectales) y sus capacidades de base son el habla y la escucha…” (Sara Melgar, 2016). En esta línea, cabe destacar que los alumnos conocerán los textos porque lo han explorado, escuchado y comentado. Seguidamente, se propondrá la segmentación sistemática del texto desde las unidades mayores hasta las unidades menores que lo constituyen… de esta manera, los alumnos accede a la comprensión del principio productivo de infinitud discreta de una lengua alfabética (según el cual con pocos grafemas se forman infinitas palabras a través de sustitución, trueque, eliminación y agregado significativo de letras) y con la ejecución de frases y textos que dan cuenta del conocimiento de la primera articulación lingüística porque separan intencionalmente las palabras en dichas frases y textos. Con ello, estarán en condiciones de sintetizar, es decir, poder leer y escribir autónomamente.
Finalmente, cabe destacar el lugar que ocupa la evaluación en esta propuesta. La misma, serán concebida como una instancia que permite ajustes en las propuestas de enseñanza (Melgar, S. Zamero, M. 2010). Donde los problemas, dudas y vacilaciones de los alumnos en su proceso de alfabetización inicial son el conjunto de indicios que se transforman en datos para el análisis según “los marcos de referencia y establecer los criterios para observar cuál es el grado de apropiación que va realizando el alfabetizando en el tiempo previsto. Para elaborarlos se piensa en un continuum que va desde no manifestar ningún saber respecto del contenido evaluado hasta el dominio acabado del contenido” (Sara Melgar, 2016). Esto se realizará en el marco de la evaluación formativa y sumativa.
Finalmente cabe aclarar que la presenta propuesta tiende a desarrollar en los alumnos las competencias de lectura, escritura y alfabética desde un modelo alfabetizador cultural, sistémico, equilibrado y fundamentado científicamente, donde la evaluación cobra un significado de valoración e indicio que debe ser transformado en dato para adecuar la planificación y enriquecer la propuesta alfabetizadora.

Torres, Luciano Nicolás
Especialista en alfabetización inicial


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