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La educación en cuestión: el aula como espacio simbólico

Por Torres, Luciano Nicolás


“Se quiebra la viga maestra cuando
el ritmo de la existencia queda detenido,
el deseo se repliega y la palabra queda precluida”
Ricardo Saiegh

¿Para qué educar en la escuela?, ¿Cómo educar en el contexto actual?, La escuela, ¿es habitada o la habitan?, ¿Qué lugar ocupa el docente hoy si asistimos a un contexto de ubicuidad de los aprendizajes[1]?
 La educación es un campo de batalla ideológica, política, mediática, psicológico, médico y jurídico. En esta linea, ¿para qué educar? o mejor dicho, ¿para quién educar?
 Ante la irrupción de “lo inédito” y  lo impensado, la escuela se ve desbordada: alumnos que concurren a las instituciones con los golpes de las emergencias sociales, violencia, abusos, maltratos, abandono, exposición a los medios de comunicación y al uso de las TIC sin mediación de los adultos, alumnos con TDH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad), entre otras emergencias que la escuela debe asistir.  Dichas emergencias, requieren de decisiones donde lo escolar se ve trascendido, recurrirá a otras instituciones para dar intervención a la complejidad del hecho educativo habilitando el “discurso peligroso” y persecutorio de otros agentes.
Desde ésta perspectiva, la educación es el foco del discurso social, haciéndose eco el discurso mediático desde múltiples perspectivas ideológicas, políticas, psicológicas, médicas y jurídicas.
En esta línea, son múltiples los estudios que dan cuenta del impacto de las representaciones sociales sobre la subjetividad de los individuos y las instituciones.  Para Moscovici, “ las representaciones sociales son  una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos... Es un corpus organizado de conocimiento y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran a un grupo o en una relación de intercambios, liberan los poderes de su imaginación…”
Así es como el peligro de esos discursos radica en la conformación de representaciones sociales que impacta en el hecho educativo. En otras palabras, cuando lo inédito irrumpe en el acontecer de las instituciones educativas requiere de intervenciones y acciones por fuera del ámbito escolar, conformando discursos que buscan explicar y/o dar respuestas a emergencias sociales que impactan en el acontecer educativo.  En este orden, algunas respuestas se aproximan a la psicologización del hecho educativo, desde una perspectiva donde el alumno es mirado como síntoma, poniendo de manifiesto en el espacio escolar las fallas en el proceso de subjetivación. Otras, se basan en una perspectiva médica y/o biologicista, desde este ángulo el niño requiere de respuestas del campo médico y por tanto se apuesta a la medicalización. Las respuestas políticas apuestan a la pedagogización del hecho educativo, ante el cual se perfilan las miradas hacia el accionar de los docentes y la escuela en su organización pedagógico-didáctico, es la escuela la que debe adecuarse a las demandas del medio social y las condiciones individuales de los alumnos.
Desde una perspectiva  mediáticas se organizan discursos de “opinología”, a través de los cuales se desprenden narraciones  próximas a la victimización y/o culpabilización de la escuela, en el primer caso, la escuela no puede sola con la emergencia social y en el segundo caso, la escuela no esta preparada, carece de capacitación profesional. Otro discurso, es el proveniente del campo jurídico desde el cual los niños son victimas de su familia y contexto social, por lo cual, la respuesta más efectiva es desvincular al niño de su contexto familiar y social, apuntando a judicializar el caso de los alumnos “problema”.
¿Cuál es la importancia de identificar estos discurso?, ¿Cómo impacta en el hecho educativo?
 La adopción de los discursos en el campo educativo tienen una doble función, establecen un orden que le permiten al individuo orientarse en su mundo material y social, y dominarlo, hace que lo extraño resulte familiar (Robert Farr). En este orden de cosas, dichas representaciones al hacer familiar lo inédito, obturan la posibilidad del pensamiento ya que las respuestas dadas nos satisfacen y tranquilizan. En ocasiones, estos discursos despojan a la escuela de responsabilidades justificando las dificultades en los aprendizajes y/o apatía de los alumnos en la adopción de las representaciones sociales legitimadas por los discursos judiciales, mediáticos, psicológicos, médicos, ideológicos y políticos.
Desde ese orden de cosas, las instituciones se perpetúan en el orden invariable de su estructura originaria y resiste al cambio, ya que si los niños hacen síntoma en la escuela, deben ser medicados porque tienen dificultades en la aceptación de las normas, es una victima del contexto social y familiar, está saturado por su exposición a las TIC, o el docente carece de estrategias pedagógico didácticas para dar respuesta al impacto de las emergencias sociales, el problema es ajeno a la organización escolar, es una dificultad del alumnado o del docente y en este orden preestablecido no hay tiempo para poner en cuestión la organización escolar, generando un efecto simbólico empobreciendo y perpetuando a los agentes educativos (alumnos y docentes) en el empobrecimiento de la función simbólica de la escuela.

El proceso de simbolización en la infancia
En términos generales y desde una visión psicoanalítica, los procesos de simbolización en la infancia comienzan en la constitución subjetiva, es decir, en la construcción misma del sujeto.
Siguiendo a Lacan, el desarrollo solo se produce en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, desde este ángulo la situación del sujeto esta marcada por su lugar en el mundo simbólico, en el mundo de la palabra, de ese lugar depende de que el sujeto tenga o no el derecho de llamarse “Pedro”. La mirada de los padres anticipan la construcción como un ser simbólico. En otras palabras, el niño viene a insertarse en el mundo simbólico de los padres, a colmar sus deseos, será el lugar que estos le otorgan el significante del niño y desde él puede ser nombrado. 
En esta linea, se conforma el aparato psíquico en sus estructuras como lo describe Freud, especialmente en la segunda tópica en la formación del Yo, el Ello y el Super Yo, derivado este último del ideal del Yo, este ideal seria la condición de la represión.  Así, el narcisismo se desplaza al yo ideal, colmado de perfecciones dadas por la imagen narcisista de los padres y de representaciones éticas y culturales. En este orden de cosas, el YO ideal se desprende del Super YO, quien vigilará al YO incipiente y lo comparara con el Ideal.
Es la construcción de ese YO ideal el que nos interesa en este artículo, ya que este estaría construido por un conjunto de representaciones sociales y expectativas que vienen desde el contexto de la experiencia próxima del niño. Y es de menester considerar este YO ideal, porque el mismo tiene raíces en las experiencias subjetivantes familiares pero su despliegue depende de las múltiples relaciones intersubjetivas posteriores, brindando oportunidades en la mirada de los Otros semejantes que lo rodean. 
Asimismo, cabe destacar que los procesos de simbolización son aquellos que posibilitan la representación de un objeto en ausencia de este, por tanto, en estos procesos encontramos la génesis de los procesos de la representación de la realidad solo posible en el mundo simbólico antes descripto.

La función simbólica de la escuela    
La escuela tienen una función simbólica desde sus orígenes ya que su misión es insertar al sujeto en la cultura, y esta es parcializada según los proyectos políticos-ideológicos y económicos de un País, Estado o Territorio. En otras palabras, la educación es un instrumento de la política hegemónica, la cual selecciona una porción de la cultura en función a la ideología imperante, desde el cual se perfila un sujeto de la cultura determinado. Dicha función simbólica consiste en establecer un conjunto de representaciones que delimitan lugares y  un corpus de conocimientos que pretenden orientar y estructurar la comunicación y la conducta.
Esta función simbólica de la escuela, se ve jaqueada en “los inédito”. Ya que el aula es un espacio donde se entrecruzan diversas representaciones construidas en el campo sociofamiliar y comunitario de cada agente educativo. Así docentes, familias y alumnos entrecruzan representaciones y lugares que remiten a los procesos de simbolización manifestados en las relaciones transferenciales y contratransferenciales. En este campo complejo de representaciones sociales y vínculos trasferenciales y contratransferenciales se desarrolla el acto educativo. La importancia de hacer consciente este interjuego radica en mover los engranajes oxidados de la escuela, en genera oportunidades donde la escuela salga del enquistamiento que proponen los discursos que circulan entorno a ella y libere su potencial creativo. 

Empobrecimiento de la función simbólica de la escuela
Cabe diferenciar la función simbólica de la escuela de la función simbólica del niño. Esta última, hace referencia a la posibilidad de “representarse el objeto en ausencia de este”, dicha condición es posible gracias a la acción de lo que Winnicott da en llama la madre lo suficientemente buena, haciendo referencia a ello a la capacidad que desarrolla el “cuidador del niño” de retirarse progresivamente en el interjuego de gratificaciones y frustraciones. En esta relación, el bebe irá construyendo su incipiente Yo diferenciandolo del no-Yo. Gracias a este interjuego y la madre suficientemente buena, el niño va reconociendo el lugar de la realidad en sus estructuras psíquicas, el progresivo dominio de sus funciones le permiten al bebé actuar sobre su medio y a partir de esa acción comienzan a formarse las primeras representaciones mediadas de la realidad, del no-YO.
Por otro lado, entiendo por función simbólica de la escuela a la capacidad que posee la educación para garantizar la inserción en la cultura de los individuos. Esta función actúa del mismo modo que en el desarrollo del niño ya que se replican los mecanismos dados en la infancia, a saber, la escuela tiene preparado un lugar para ser habitado por el niño, un conjunto de representaciones y expectativas marcadas por un modelo de infancia, ejercerá la función superyoica marcando un ideal de niño (ideal del YO), ingresa al niño en el mundo simbólico por descubrir, la capacidad de representarse la realidad a través de nuevos sistemas simbólicos como es la escritura, la numeración, la capacidad de representarse el mundo por medio de la ciencia.
En este ecosistema escolar, se entrecruzan las representaciones de cada actor educativo, un interjuego que jaquea la función simbólica de la escuela en términos de reproducción de las culturas dominantes y/ hegemónicas.
En otras palabras, el niño antes del ingreso al campo educativo ya se ha formado una idea del mundo y de las relaciones intersubjetivas que en él se desarrollan, estas primeras ideas las llamaremos representaciones relacionales primarias, ya que por medio de ellas el niño interactuará con los objetos y los individuos, y son forjadas en el núcleo familiar y social de niño. Estas representaciones entrarán en choque con las representaciones de los agentes educativos, docentes y alumnos que conviven en el espacio material y simbólico del aula. En esta instancia, el niño pone en cuestión sus representaciones relacionales primarias, su mundo se amplia en el intercambio subjetivo. Aquí es donde entra en juego las representaciones sociales hegemónicas que portan los adultos de la institución, representaciones cargadas de discursos políticos, ideológicos, médicos, psicológicos y pedagógicos enlazados con las representaciones vivenciales del docente. Este choque, esta nueva terceridad en la masividad transferencial del espacio áulico es la que actuará como violencia simbólica cuestionando o reafirmando la primera formación del Ideal del YO, el niño tiene que descubrir cuáles son las nuevas expectativas y deseos para participar de la cultura escolar, aquí es donde la asimetría de poder hace foco y el niño da lugar a la reestructuración de sus representaciones relacionales primarias, dando lugar a nuevas representaciones que orientarán su accionar en el mundo. Hasta aquí el camino parece lineal y el niño realiza una sobreadaptación al  medio, incorporándolo a su ideal del YO fortalecido por las expectativas familiares que acompañan las exigencias escolares. Sin embargo, la realidad nos muestra que este camino no es tan lineal, y es por ello, que nos llama a poner en cuestión la escuela a través de “los inéditos”, los echos no esperados por la dinámica organizacional hegemónica, y como lo hemos enunciado en el primer apartado, la educación tiene a su disposición diferentes discursos (mediáticos, jurídicos, pedagógicos, psicológicos y médicos) que le permiten continuar sin detenerse, una especie de “el show debe continuar”.
Son estas respuestas las que empobrecen la función simbólica de la escuela, ya que esta podría brindar otras alternativas diferentes a la segregación y perpetuación del niño, niña o adolescente  al discurso que más se ajustó a la condición que dio origen a “lo inédito”, justificando su incapacidad para garantizar la inclusión de los alumnos a la cultura.       

El empobrecimiento de la función simbólica de la escuela como oportunidad
Si entendemos a la función simbólica de la escuela como la capacidad para crear un sujeto de la cultura, es menester considerar esta como una oportunidad, ya que si la escuela se ve jaqueada por el interjuego representacional que habita el ámbito escolar, es una oportunidad para que la escuela se ponga en cuestión, pero fuera del foco discursivo de lo médico, lo jurídico, lo político hegemónico, lo psicológico y lo mediático, sino más bien desde una perspectiva propiamente escolar. En otras palabras, es la escuela quien deberá formar un discurso escolar que le permita habilitar la comprensión e intervención desde la propia organización educativa. En esta linea, será la escuela la que no claudique la palabra, sino que la articule, la habilite y permita una reconstrucción de las representaciones que circulan en el espacio simbólico del aula.
En esta línea, la escuela será un lugar para pensar y pensarse en un mundo donde el saber y el conocimiento circula en todo los ámbitos de la vida, donde se acuñan conceptos como “aprendizaje ubicuo”; Será la escuela, y más específicamente el aula, el lugar seguro para pensar una realidad posible para cada subjetividad.

Pensar la organización escolar
A los fines de este artículo, se dejan entrever algunas consideraciones para pensar la organización escolar de los centros educativos, a saber, la escuela es una oportunidad única para los niños, una oportunidad para cuestionar sus representaciones, posibilitar la reconstrucción de las mismas y afianzar la estima personal, asimismo, es un espacio seguro, ya que en él, el niño devenido en alumno puede probar, equivocarse, construir y reconstruir relaciones, conocimientos, capacidades, habilidades, etc. Es un ecosistema de conocimientos y representaciones apto para generar oportunidades de sujetos creadores y productores de culturas. Es un espacio de aprendizaje institucional donde todos los agentes educativos aprenden, borrando barreras generacionales y sistemas tradicionales de transmisión de la cultura hegemónica. Es un espacio de trasferencias masivas, donde se replican vínculos rotos y oportunidad de reeditar dichas relaciones primarias, una nueva oportunidad de enriquecer los procesos de subjetivación. Es un espacio simbólico, donde las capacidades de simbolización se despliegan y enriquecen junto a otros, basándose en un nuevo sistema simbólico de representación de la realidad (la escritura).
En conclusión, el espacio escolar es un entorno de aprendizaje irreductible e irremplazable, no por su acreditación sino más bien por su poder como institución que enriquece la función simbólica de los estudiantes y de ella como institución de aprendizaje.

Quiero agradecer a la revista LeerNos por dar voz a otros relatos. 

En su octava edición “SALUD MENTAL DE DOCENTES EN CONTEXTO DE PANDEMIA”

publicaron el presente artículo junto a otros de gran interés.

Pueden acceder a la revista en el siguiente Link:


https://drive.google.com/file/d/1Z2dOGD5OMbwEqABfcv_x5OzVtoax9690/view?usp=sharing


Biblografía

·         Mora Martin. “La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici”. Universidad de Guadalajara. México. Revista Athenea Digital. 2002.
·         Mercedes Sastre de Blas. “El proceso simbólico y la construcción del sujeto, a partir de la relación adulto-niño. Desarrollo como revolución”. Tesis doctoral dirigida por Amaya Ortis de Zarate Aguirrebeña. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Filosofía. Departamento de Teoría del Conocimiento, Estética e Historia del Pensamiento. Madrid, 2017.
·         Torres, Luciano. “Educación, profesión de la pobreza”. 2018. Disponible en https://drive.google.com/file/d/15Ss-g7j2ZTtz-VJkUdvsE09duHR_sUQ9/view?usp=sharing

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

 [1] “La ubicuidad se basa en entornos de aprendizaje a los que se puede acceder en diferentes contextos y situaciones… un ambiente de aprendizaje ubicuo es una situación o contexto educativo generalizado u omnipresente, en el que incluso el estudiante puede estar aprendiendo sin ser completamente consciente del proceso…Mantiene la posibilidad de estar en varios lugares simultáneamente superando las limitaciones impuestas por el entorno físico. La característica del aprendizaje ubicuo se da por las posibilidades que brindan las Nuevas tecnologías de la información y la comunicación, a saber, permanencia (todos los procesos de aprendizaje pueden ser almacenados); accesibilidad (podemos acceder al aprendizaje desde cualquier lugar y momento); Inmediatez (se aumenta la rapidez de producir aprendizaje); interactividad de forma síncrona o asíncrona (la interacción se produce a cualquier nivel, y por tanto, el conocimiento está más disponible); Adaptabilidad (el aprendizaje se adapta a las condiciones del usuario) y la situación de las actividades instruccionales (el conocimiento se presenta de una forma natural y auténtica)…” En “Aprendizaje Ubicuo”, recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Aprendizaje_ubicuo el 18 de enero de 2020.


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